6.7.07

3023- No lugar

Marc Augé, en su libro Los no lugares, habla de los espacios de transición que han surgido con el desarrollo urbano: aeropuertos, estaciones, paradas de metro, tierras de nadie donde la comunicación con el otro no es posible, pese a que las personas se reúnen, se rozan o se miran. El no lugar desencadena una serie de normas de comportamiento instintivas, y un aislamiento que la mayor parte de los viajantes o los habitantes transitorios aprovechan a su modo: trabajan, acarrean informes, ordenadores o móviles, aprovechan para dedicarse al ocio con lectura o juegos, o dedican ese espacio-tiempo vacío a comunicarse con sus conocidos. La invasión del no lugar supone el último abuso de la publicidad, el latigazo extremo de la sociedad de consumo: el tiempo privado se controla, y por lo tanto, se anula. Las miradas se imantan, obedientes, hacia las imágenes en movimiento. Las conversaciones se interrumpen, los libros permanecen cerrados, los móviles amordazados por la falta de cobertura. La rebelión se hace imposible, porque no se detecta que exista nada que se deba compartir: al fin y al cabo, la televisión sirve de niñera, ansiolítico, fuente de información y ocio, como monarca absolutista en las casas y fuera de ellas. La calles eran de sus habitantes cuando aún existía el espacio común. No se sabe ya de quiénes son. Con la implementación del lugar cero, la calle es de quien ostenta el poder: pueden limpiarlas, ensuciarlas, poblarlas , cortarlas o eliminarlas. Únicamente conservan limpio el nombre.
espidofreire@diarioadn.com - 6/7/07